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Ceratonia siliqua

Algarrobo

Algarrobo (cast.); garrofer (cat.); algarroba (eusk.); alfarobeira (gall.); alfarobeira (port.); carob, St John's bread, locust bean (ing.).

Autóctona

«Se encuentran ahora ya muchos algarrobos. […] En general son muy bellos, tienen un aspecto muy bonito, algunas veces se topa uno con unos ejemplares configurados de manera muy pintoresca».

‘Diario de viaje a España’, Alexander von Humboldt

DESCRIPCIÓN

Árbol que alcanza hasta 10 m de altura, de tronco irregular, corteza lisa de color grisáceo y sistema radicular extenso y profundo. Las hojas, redondeadas u ovaladas y de margen entero, son persistentes, verde oscuras y compuestas, pues sus hojuelas nacen enfrentadas de dos en dos hasta 5 pares (paripinnadas). Las flores son poco vistosas aunque de fuerte olor, y nacen en grupos arracimados directamente del tronco o de ramas laterales. Las hay femeninas, masculinas y hermafroditas, generalmente sobre distintos pies de planta. Los frutos en legumbre, que son las conocidas algarrobas, tienen una forma un poco curva a modo de cuerno, miden hasta 25 cm y albergan de 10 a 16 semillas.

ECOLOGÍA

Crece en zonas de clima seco, suave y cálido, ausente de heladas, y por tanto cerca del litoral, hasta los 600 m de altitud. No suele formar bosques, si bien aparece en rodales y bosquetes en algunos lugares. Se asocia a plantas de apetencias ecológicas similares como palmitos (Chamaerops humilis L.), lentiscos (Pistacia lentiscus L.), coscojas (Quercus coccifera L.) y azufaifos (Ziziphus sp.), en situaciones secas más extremas que las del encinar. Es indiferente al tipo de sustrato, necesita lugares soleados y no le importan los suelos pedregosos o las barrancadas áridas, por lo que a veces es sorprendente ver un árbol tan esbelto y verde en secarrales donde no crece otra especie arbórea, lo que da también una idea de lo importante que puede ser como refugio de fauna y protector de la erosión por el desarrollo de sus raíces.

DISTRIBUCIÓN

Árbol típico mediterráneo y de Oriente Próximo que se distribuye en la Península por las provincias costeras, desde Cataluña hasta el Algarve portugués, penetrando un poco por el valle del Guadalquivir. Debido a la extensión de su cultivo por los árabes desde el siglo XII, no se conoce con certeza su distribución original y algunos autores dudan de que sea planta autóctona, situando su origen entonces en la zona de Arabia, Siria y el Líbano.

MÁS INFORMACIÓN

Por su utilidad, es un árbol que se ha plantado en otras partes del mundo desde antiguo. Ya Marco Polo, en el siglo XIII, narra en sus Viajes que en la provincia de Gaindu, en los dominios del Kublai Khan, crecen muchos algarrobos. En lugares como California (EEUU) se cultiva por su interés económico y ecológico, mientras que en España comienza a recuperarse su cultivo después de haber estado en regresión.

La madera es dura, rojiza y muy apreciada en ebanistería, y la corteza y las hojas se han usado como curtientes y astringentes.

De sus frutos, de gran valor nutritivo, se extrae la pulpa para la alimentación animal o humana (antes se comía en fresco como golosina rural), mientras que de la semilla se extrae goma que sirve para la industria cosmética, alimentaria y textil, e incluso se toma molida o en tabletas como sucedáneo del cacao.

Para pesar los metales preciosos se utiliza el quilate. Los quilates equivalen a 200 mg, y antiguamente eran las semillas del algarrobo torrefactadas las que se usaban para este fin, por ser su peso muy similar, de tal manera que el nombre semítico de la semilla de algarrobo era querat o kirat, de donde deriva la palabra ‘quilate’.

En el siglo XIII el filósofo y teólogo mallorquín Raimundo Lulio escribió en sus proverbios de El árbol ejemplificado: «Dice la cereza a la algarroba que ella era torcida y negra, y dijo la algarroba a la cereza que ella se pudría pronto».

En el lenguaje popular hay un dicho mallorquín que versa: «Per Santa Margallida, garrova tenyuida» (por Santa Margarita, algarrobo habido).

En la literatura podemos mencionar lo que escribió el escritor onubense Juan Ramón Jiménez en Platero y yo: «He parado a Platero a la vuelta del camino, junto al algarrobo que cierra la entrada al prado...».

El escritor alicantino José Martínez Ruiz, ‘Azorín’, en El paisaje de España visto por los españoles, escribe: «No se conocía el algarrobo; tal vez entre todos los árboles, éste, que es el más modesto, sea el más útil. El algarrobo da a las abejas sus florecitas henchidas de azúcar; su fruto sirve para alimento del ganado y, a veces, ha sido también alimento de los hombres. […] El simpático algarrobo, tan verde siempre, de hoja perenne, se esponja en las quiebras de una barrancada; en la cerca de un cortinal…».

O Miguel de Cervantes en El Quijote: «… que solo traigo en mis alforjas un poco de queso, tan duro que pueden descalabrar con ello a un gigante; a quien hacen compañía cuatro docenas de algarrobas y otras tantas de avellanas y nueces, mercedes a la estrecheza de mi dueño, y a la opinión que tiene y orden que guarda de que los caballeros andantes no se han de mantener y sustentar sino con frutas sexas y con las yerbas del campo».

Ceratonia hace alusión a sus frutos curvos en forma de cuerno (ceratos); siliqua es el nombre latino de la algarroba y en general de los frutos en legumbre.