Algarrobo (cast.); garrofer (cat.); algarroba (eusk.); alfarobeira (gall.); alfarobeira (port.); carob, St John's bread, locust bean (ing.).
«Se encuentran ahora ya muchos algarrobos. […] En general son muy bellos, tienen un aspecto muy bonito, algunas veces se topa uno con unos ejemplares configurados de manera muy pintoresca».
‘Diario de viaje a España’, Alexander von HumboldtPor su utilidad, es un árbol que se ha plantado en otras partes del mundo desde antiguo. Ya Marco Polo, en el siglo XIII, narra en sus Viajes que en la provincia de Gaindu, en los dominios del Kublai Khan, crecen muchos algarrobos. En lugares como California (EEUU) se cultiva por su interés económico y ecológico, mientras que en España comienza a recuperarse su cultivo después de haber estado en regresión.
La madera es dura, rojiza y muy apreciada en ebanistería, y la corteza y las hojas se han usado como curtientes y astringentes.
De sus frutos, de gran valor nutritivo, se extrae la pulpa para la alimentación animal o humana (antes se comía en fresco como golosina rural), mientras que de la semilla se extrae goma que sirve para la industria cosmética, alimentaria y textil, e incluso se toma molida o en tabletas como sucedáneo del cacao.
Para pesar los metales preciosos se utiliza el quilate. Los quilates equivalen a 200 mg, y antiguamente eran las semillas del algarrobo torrefactadas las que se usaban para este fin, por ser su peso muy similar, de tal manera que el nombre semítico de la semilla de algarrobo era querat o kirat, de donde deriva la palabra ‘quilate’.
En el siglo XIII el filósofo y teólogo mallorquín Raimundo Lulio escribió en sus proverbios de El árbol ejemplificado: «Dice la cereza a la algarroba que ella era torcida y negra, y dijo la algarroba a la cereza que ella se pudría pronto».
En el lenguaje popular hay un dicho mallorquín que versa: «Per Santa Margallida, garrova tenyuida» (por Santa Margarita, algarrobo habido).
En la literatura podemos mencionar lo que escribió el escritor onubense Juan Ramón Jiménez en Platero y yo: «He parado a Platero a la vuelta del camino, junto al algarrobo que cierra la entrada al prado...».
El escritor alicantino José Martínez Ruiz, ‘Azorín’, en El paisaje de España visto por los españoles, escribe: «No se conocía el algarrobo; tal vez entre todos los árboles, éste, que es el más modesto, sea el más útil. El algarrobo da a las abejas sus florecitas henchidas de azúcar; su fruto sirve para alimento del ganado y, a veces, ha sido también alimento de los hombres. […] El simpático algarrobo, tan verde siempre, de hoja perenne, se esponja en las quiebras de una barrancada; en la cerca de un cortinal…».
O Miguel de Cervantes en El Quijote: «… que solo traigo en mis alforjas un poco de queso, tan duro que pueden descalabrar con ello a un gigante; a quien hacen compañía cuatro docenas de algarrobas y otras tantas de avellanas y nueces, mercedes a la estrecheza de mi dueño, y a la opinión que tiene y orden que guarda de que los caballeros andantes no se han de mantener y sustentar sino con frutas sexas y con las yerbas del campo».
Ceratonia hace alusión a sus frutos curvos en forma de cuerno (ceratos); siliqua es el nombre latino de la algarroba y en general de los frutos en legumbre.