Higuera (cast.); figuera (cat.); pikotze (eusk.); figueira (gall.); figueira (port.); common fig, fig (ing.).
La principal utilidad de la higuera se debe a sus frutos, higos o brevas, ya que su madera es de mala calidad. Así nos lo recuerdan los dichos populares españoles: «Tronco de higuera, mala madera»; «De leña de higuera, mala hoguera»; «Leña de higuera, córtela mi hijo y quémela mi nuera».
Las hojas se han utilizado como forraje para el ganado, para acolchar verduras y frutas en cajas, envolver los quesos como el de cabrales y lijar botijos.
Los higos producen soltura de tripas. Se comen crudos, confitados, secos o en bloques formando lo que se denomina «pan de higo».
En realidad higos y brevas son la misma fruta. Sólo les diferencia la época de maduración. Otro dicho versa: «En buen tiempo, San Andrés guarda los higos para él» (San Andrés es el 30 de noviembre). Las primeras que salen son las brevas, pero hay variedades que dan dos fructificaciones en el año y a las más tardías se las denomina higos. De ahí proviene el dicho popular «De higos a brevas», que alude a un periodo muy largo de tiempo.
Una expresión en castellano dice: «Estar en la higuera», que se refiere a estar despistado. También se dice: «No caerá esa breva», aludiendo a que no se tendrá suerte. Otra expresión en catalán versa: «Estar tou com una figa», que significa estar muy manoseado. Si decimos: «No dársele a uno una higa», es para dar poca importancia o despreciar algo. Así, el novelista catalán Eduardo Mendoza, en Mauricio o las elecciones primarias, escribe: «Como puede suponer, a mí el asunto se me da una higa».
Una leyenda dice que Judas se ahorcó colgándose de una higuera; de manera que a este árbol a veces se le denomina ‘higuera maldita’ y, por este hecho y porque su madera se astilla con facilidad, se dice también «es más falso que una rama de higuera».
Además de los numerosos refranes y dichos populares, en la literatura no faltan las referencias a la higuera en obras de autores conocidos. Juan Ramón Jiménez la describe en Platero y yo, mientras que Cervantes, en El Quijote, la pone en boca de sus personajes al menos seis veces.
El escritor argentino Jorge Luis Borges, en Historia universal de la infamia, escribió: «Así se fueron dilatando los árabes por el reino de Andalucía, con sus higueras y praderas regadas en las que no se sufre de sed».
El novelista y filósofo francés Albert Camus, en El Extranjero, también aludió a esta planta: «Sobre las higueras que bordeaban la calle el cielo estaba límpido, pero sin brillo».
En el siglo XIII el filósofo y teólogo mallorquín Raimundo Lulio escribió en sus proverbios de El árbol ejemplificado: «No quería el rey comer higos porque los cerdos los comían». «Dijeron las cerezas a los higos que ellas venían primero, y dijeron los higos que ellos eran más deseados que las cerezas».
Y el novelista vallisoletano Miguel Delibes, en Tres pájaros de cuenta, describe: «Junto a la tapia se alza una higuera silvestre, de grandes hojas, que me permitió hacer un escondedero desde donde poder observar el nido sin ser visto».
Es uno de los árboles frutales de mayor tradición histórica, pues no sólo aparece en el Antiguo Testamento como símbolo de abundancia de la Tierra Prometida, sino que se conoce de una pintura egipcia de hace más de 4500 años donde aparece la recogida de higos.
Ficus es el nombre que le daban los romanos a la higuera cultivada; carica alude a una región de Asia Menor denominada Caria, de donde eran famosos sus higos.