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Sophora japonica

Acacia del Japón, sófora

Acacia del Japón, sófora, árbol de las pagodas (cast.); sofora, acàcia del Japó (cat.); (eusk.); acacia do Xapón, sófora do Xapón (gall.); acácia-do-Japâo (port.); Pagoda tree (ing.).

No autóctona

¿SABÍAS QUE…? También es llamado ‘árbol de las pagodas’ porque en el este de Asia se cultiva tradicionalmente junto a los templos y cementerios.

DESCRIPCIÓN

Es un árbol que puede alcanzar los 15-20 m de altura, de copa redondeada, amplia y globosa. La corteza es parda y muy agrietada, no tiene espinas y las ramas jóvenes son verdosas. Las hojas son caducas, alternas y compuestas por 3-10 hojuelas generalmente enfrentadas, además de otra final (imparipinnadas). Estas hojuelas miden 3-7 cm de largo por 2-3 cm de ancho y son ovadas, oblongas, agudas en la punta, con una pelosidad fina que a veces pasa desapercibida y el envés verde-azulado.

Las flores nacen en pleno verano en grupos muy numerosos de color crema —en ocasiones de tintes rosados—, su aroma es penetrante y agradable, atrae a numerosos insectos, sobre todo abejas, y se considera una buena planta melífera. Cuando se secan y caen, de vez en cuando dejan una alfombra amarillenta característica bajo su copa. Otra particularidad de sus flores es la presencia de todos sus estambres (parte masculina de la flor) libres, algo muy excepcional en las leguminosas. El fruto en legumbre es peculiar, porque es cilíndrico, de 3-7 cm de largo por 0,9-1,5 cm de ancho, y al madurar presenta unas estrangulaciones que constriñen a las semillas. Además, es indehiscente, es decir, que no se abre solo en la madurez. Así se diferencia también de las acacias verdaderas (gen. Acacia), la falsa acacia (Robinia pseudoacacia) o la acacia de tres espinas (Gleditsia triacanthos).

ECOLOGÍA

Aguanta bien las bajas temperaturas, el calor del verano, la sequía y la influencia salina del mar. El suelo que necesita es mejor que sea profundo y que no se encharque prolongadamente; también le perjudica si está muy seco o muy compactado. Crece rápido, soporta bien la poda y la contaminación, rebrota fácilmente de la cepa, germina muy bien de semilla. Por el contrario, no es una especie muy longeva. En su área natural es una planta de bosques caducifolios, riberas y valles, pero como planta asilvestrada le cuesta más adaptarse a los cursos fluviales que a la acacia de tres espinas (Gleditsia triacanthos).

DISTRIBUCIÓN

Es originaria del centro, norte y noroeste de China, y de Corea; no así de Japón, a pesar de su nombre, si bien fue introducida desde muy antiguo y hoy aparece muy difundida en aquel país. A Europa la trajo el botánico francés Jussieu en el siglo XVIII, momento en el que pasó a España, aunque hasta el siglo XX no se empezó a cultivar masivamente. Ahora la encontramos frecuentemente como ornamental en numerosos parques, jardines y en alineaciones de calles sobre todo en la Península. Se ha convertido en una especie invasora en EEUU, Australia y Sudáfrica, y en la Península Ibérica ha pasado de estar naturalizada y aparecer en algunos puntos como subespontánea a figurar como invasora en algunas provincias del interior.

MÁS INFORMACIÓN

En nuestro territorio se cultiva sobre todo como planta de jardinería por crecer rápido, aguantar bien la poda severa y la contaminación, y proporcionar flores en pleno verano, cuando muchos árboles ya las han perdido. Se planta aislada o en alineaciones para dar sombra —no tan densa como la de la falsa acacia (Robinia pseudoacacia L.), con la que se suele confundir—, con el inconveniente de que los frutos al caer ensucian un poco las calles y, si lo hacen con las hojas en albercas o estanques, el agua se convierte en laxante. Por otro lado, existen numerosas variedades, como las de ramas péndulas, tortuosas o de hojas más grandes y densas, que se pueden encontrar en los viveros.

Su madera es amarillenta, ligera, no suele apolillarse y se emplea en ebanistería. La corteza y los frutos son muy tóxicos y pueden provocar graves trastornos a los herbívoros que los consuman. Antiguamente su corteza y botones florales se usaron en Oriente para la obtención de un colorante amarillo con el que se teñían las vestiduras del emperador de Japón. Actualmente se emplea en medicina para la obtención de un compuesto de propiedades antihemorrágicas, porque aumenta la resistencia y disminuye la permeabilidad de los capilares sanguíneos.

En Almería, Madrid, Málaga, Benalmádena o Aranjuez hay calles llamadas Sófora y Sóforas.

El poeta toledano Rafael Morales escribió el bello soneto La acacia cautiva, que podría describir muy bien a esta especie:

«Cercada por ladrillos y cemento,
por asfalto, carteles y oficinas,
entre discos de luz, entre bocinas
una acacia cautiva busca un viento.

Busca un campo tranquilo, el soñoliento
río sonoro que en sus aguas finas
lleva luces que fluyen diamantinas
en sosegado y suave movimiento.

Busca el salto del pez, el raudo brillo
de su escama fugaz y repentina,
con rápida sorpresa de cuchillo.

Busca la presurosa golondrina,
no la brutal tristeza del ladrillo
que finge roja sangre en cada esquina».

En Madrid está protegida, bajo la categoría de Árbol Singular, la sófora de Residencial Abantos, una urbanización de San Lorenzo de El Escorial. En el Pazo de Lourizán (Pontevedra) hay otra sófora singular de la variedad péndula, protegida por la Xunta de Galicia. No obstante, esta especie figura en el Atlas de las plantas alóctonas invasoras en España.

El nombre del género, Sophora, deriva de un vocablo árabe que significa ‘amarillita’ y designaba en la Antigüedad a algunas especies de leguminosas parecidas al sen (gen. Cassia). El epíteto específico japonica alude a su supuesto origen, pero, como vimos, no es originaria de Japón aunque se cultiva allí desde muy antiguo.