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Castanea sativa

Castaño

Castaño (cast.); castanyer (cat.); gaztainondoa (eusk.); castiñeiro (gall.); castanheiro (port.); sweet chestnut (ing.).

Autóctona

¿SABÍAS QUE…? El aroma de las flores masculinas del castaño es muy similar al del semen humano.

DESCRIPCIÓN

El castaño es un árbol de crecimiento rápido que puede alcanzar los 30 m de altura, un desarrollo impresionante en grosor y gran longevidad, pues se conocen algunos ejemplares milenarios. Su tronco es grueso, corpulento y a veces hueco en los ejemplares añosos. La corteza es parda, oscura y se agrieta longitudinalmente con la edad, adquiriendo un característico estriado oblicuo, como si el tronco estuviera retorcido. Las hojas son simples, caducas, alternas, oblongo-lanceoladas, de 10-25 cm de largo por 5-8 cm de ancho y serradas en su margen. Las flores aparecen en verano. Las masculinas se agrupan en largos y estrechos filamentos amarillos (amentos), y las femeninas, que se disponen en la base de éstos, tras la fecundación, encierran las semillas (castañas) en una cubierta espinosa llamada erizo.

ECOLOGÍA

Esta especie prefiere lugares frescos de suelos profundos en zonas montañosas con cierta humedad durante todo el año y climas no extremados, es decir, aguanta mal la sequía estival mediterránea y las heladas intensas del invierno. Crece sobre sustratos ácidos o lavados y desprovistos de cal, desde el nivel del mar hasta los 1800 m. Puede formar extensos rodales de monte bajo debido a su gran capacidad para rebrotar de cepa, incluso en ejemplares talados a matarrasa.

DISTRIBUCIÓN

Se creía que el castaño era originario de las regiones caucásica, balcánica y del Asia menor. En la Península es más abundante en el norte y noroeste, pero existen excelentes rodales al sur. Los registros de polen fósil indican la existencia de este árbol en nuestro territorio antes de las últimas glaciaciones. No obstante, en la actualidad está naturalizado en algunas provincias y presente en casi toda la Península gracias a la extensión que hicieron los romanos de su cultivo. Ahora bien, aún hay controversia sobre si existía antes de forma natural en algunos valles aislados del norte peninsular. El antropólogo Juan Luis Arsuaga, en El collar del neanderthal, escribe: «Algunos de los árboles reseñados, en concreto el castaño, el cerezo y el pino piñonero, además del nogal, quizás no sean autóctonos sino plantados en tiempos históricos, desde los romanos en adelante, en razón del interés económico de sus frutos. Aunque se había llegado a pensar que los hombres prehistóricos de la Península nunca conocieron estas plantas, hay registro fósil anterior al último máximo glaciar de castaño, pino piñonero y nogal. Es posible que se extinguieran con la llegada de los fríos más intensos y que luego fueran reintroducidos estos árboles, pero es igualmente posible que sobrevivieran en algunos refugios y posteriormente recolonizaran el territorio peninsular, eso sí, muy ayudados por la mano del hombre».

MÁS INFORMACIÓN

La madera del castaño es de gran calidad, dura y resistente, apta para vigas, postes y tableros. En las comarcas del norte peninsular era la preferida para la construcción de viviendas, cabañas, hórreos y muebles. Sin embargo, es mediocre como combustible. El instrumento musical castañuelas debe su nombre al parecido con el fruto y porque muchas veces se confeccionaban con madera de castaño.

En las zonas llanas y más abiertas los castaños crecen más en grosor y son mejores para la producción de castañas, mientras que los que crecen en laderas empinadas y en bosques densos ofrecen mejor madera porque sus fustes son más rectos y alargados.

Las castañas son un excelente comestible energético y alimenticio, con el único inconveniente de generar meteorismo si se abusa de ellas. El escritor francés Françoise Rabelais escribió en Gargantúa: «Con estas castañas y buen vino nuevo hétenos aquí transformados en compositores de pedorretas». Junto con las bellotas han sido el complemento alimenticio de la comida mediterránea hasta la aparición de la patata, al punto de que en algunas comarcas gallegas a este tubérculo se le llamó «castiñeira de Indias». Las castañas se comen crudas o asadas y con ellas se elaboran dulces, licores y guisos.

Semejante importancia ha dejado una notable impronta en el lenguaje popular, la toponimia, la música, la literatura y hasta en un oficio temporal aún vigente, el de castañero.

El filósofo chino Confucio, hace unos 2500 años, en sus comentarios de Los cuatro libros clásicos, dijo: «Ngai-kung, príncipe de Lu, preguntó a Tsai-ngo, discípulo de Kung-tsé [Confucio], dónde debían elevarse los altares en honor a los dioses. Tsai-ngo le contestó cortésmente: Los miembros de la dinastía Hia los elevaban alrededor de pinos; los miembros de la dinastía Chang, alrededor de cipreses; los miembros de la dinastía Tchou, alrededor de castaños, pues creían que el castaño tenía la virtud de inspirar temor al pueblo».

En el lenguaje popular hay numerosos refranes, adivinanzas y expresiones relacionadas con el castaño o sus frutos por toda la geografía peninsular. «Por San Simón, deja la pértiga y apaga el timón» quiere decir que hay que dejar las castañas —que se varean con pértigas— y coger el arado. Una adivinanza dice: «Es de color chocolate y se ablanda con el calor, y si me meten al horno exploto con gran furor». Es bien conocida la expresión «en tiempos de Maricastaña», referida a los usos y costumbres de tiempos pasados. El comentario «sacarle las castañas del fuego» a alguien es solucionar los problemas ajenos. Decir que algo «pasa de castaño oscuro» significa que es intolerable. La expresión «toma castaña» indica sorpresa, admiración o disgusto. Y parecerse algo «como un huevo a una castaña» es una ironía.

La información del encabezado ya la corroboró en el siglo XIX el escritor francés conocido como Marqués de Sade, que en La flor del castaño dijo: «Se supone, yo no afirmaría, pero algunos eruditos nos lo aseguran, que la flor del castaño posee efectivamente el mismo olor que ese prolífico semen que la naturaleza tuvo a bien colocar en los riñones del hombre para la reproducción de sus semejantes».

De las numerosas enfermedades que padece el castaño, la de la tinta, causada por un hongo, es la más virulenta, pues ha acabado con millones de ejemplares en todo el mundo. El novelista de ficción y divulgador científico Isaac Asimov escribió en Las amenazas de nuestro mundo: «En 1904, los castaños del Jardín Zoológico de Nueva York, desarrollaron la "enfermedad del castaño", y en un par de décadas virtualmente todos los castaños de Estados Unidos y el Canadá habían desaparecido».

Además, el castaño es un árbol con un gran potencial ornamental y protector, pues crece rápidamente, su denso follaje protege de los vientos y crea una densa sombra.

Flora iberica incluye como planta introducida el castaño japonés (Castanea crenata Siebold & Zucc.), originaria de China, Corea y Japón y usada como patrón de injerto del castaño común por su resistencia a la enfermedad de la tinta. Se ha plantado de forma dispersa en algunos puntos de Lugo, Cantabria, Guipúzcoa, Beira Alta y Beira Litoral. Por otro lado, el castaño de indias (Aesculus hippocastanum L.) figura también en nuestro territorio como introducida. Raramente se escapa de cultivo y su presencia queda restringida a su uso ornamental. Aunque se denomine castaño y sus frutos sean tan parecidos y con una cubierta o erizo de pinchos blandos, pertenece a la familia Hippocastanaceae. Es originario de la Península Balcánica y este de Bulgaria, con lo cual no es verdadero castaño ni es de Indias.

Castanea es un nombre romano derivado del griego Kastanon, y Kastana era una ciudad de Tesalia (Grecia) célebre por sus castañares. El epíteto sativa quiere decir ‘cultivada’, aludiendo a que sus frutos son comestibles.