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Laurus nobilis

Laurel

Laurel (cast.); llorer (cat.); erramua, ereñotz (eusk.); loureiro (gall,); loureiro, louro (port.); bay laurel, sweet bay, bay tree, true laurel, Grecian laurel, laurel tree, laurel (ing.).

Autóctona

«¿Cuándo serás laurel, dulce tirana? / Que no te quiero yo para aceitunas, / sino para mi frente, hermosa Juana».

‘Como suele correr desnudo atleta’, Lope de Vega

DESCRIPCIÓN

El laurel es un pequeño árbol de tronco recto, corteza lisa y grisácea, que alcanza los 10 m de altura y que proyecta una densa sombra. Toda la planta contiene aceites esenciales que la hacen aromática, sobre todo sus hojas, que son persistentes, simples, alternas, de hasta 15 cm de largo, oblongo-lanceoladas, de margen entero —aunque a veces se vean un poco onduladas— y verde oscuras por ambas caras. Las flores son amarillentas, no muy aparentes, y están dispuestas en distintos pies de planta. El fruto es carnoso y negro al madurar (drupa), del tamaño de un guisante.

ECOLOGÍA

Crece en lugares de clima suave y fresco como acompañante de otras formaciones arbóreas de hoja caduca, aunque algunas veces forma bosquetes. Suele estar asociado a lugares cercanos al mar, barrancos y vaguadas húmedas y sombrías, sobre cualquier tipo de suelo. No asciende mucho en altitud porque le afectan las heladas.

DISTRIBUCIÓN

Esta planta habita de forma natural en la región mediterránea, aunque está ampliamente cultivada en todo el territorio y a veces naturalizada, pues germina muy bien de semilla, así que su distribución natural es difícil de delimitar. Es mucho más abundante en la costa cantábrica y atlántica, en Cataluña y Baleares, mientras que por el sur está presente en las sierras gaditanas.

MÁS INFORMACIÓN

El principal uso del laurel es el de sus hojas secas o frescas como condimento para aromatizar guisos, arroces, legumbres, etc. Esto es debido a sus aceites esenciales, que le confieren un aroma peculiar y que tienen también aplicaciones en medicina y veterinaria. No obstante, es una planta tóxica y, si se abusa de ella, puede causar graves trastornos intestinales, aunque amarga tanto la comida que antes nos daremos cuenta de ello. De hecho, los brotes tiernos contienen un precursor del cianuro.

En prosa, poesía o en el lenguaje popular el laurel tiene un lugar destacado. Es símbolo de victoria, consagrado al dios Apolo, y con sus hojas se coronaban los héroes victoriosos de las batallas o los emperadores y nobles romanos; de ahí proviene el epíteto nobilis. Una corona de laurel recibían también los vencedores de los Juegos Píticos (los de los Juegos Olímpicos la recibían de olivo). Con el tiempo hemos heredado las expresiones «estar laureado» o «dormirse en los laureles». También son numerosos los ejemplos literarios relacionados con este árbol. Miguel de Cervantes, en El Quijote, lo mencionó en varias ocasiones: «Perdóname y pide a la fortuna, en el mejor modo que supieres, que nos saque deste miserable trabajo en que estamos puestos los dos; que yo prometo de ponerte una corona de laurel en la cabeza, que no parezcas sino un laureado poeta, y de darte los piensos doblados […] Traían los cabellos sueltos por las espaldas, que en rubios podían competir por los rayos del mismo sol; los cuales coronaban con dos guirnaldas de verde laurel y de rojo amaranto tejidas […] y cuando los reyes y príncipes ven la milagrosa ciencia de la poesía en sujetos prudentes, virtuosos y graves, los honran, los estiman y los enriquecen, y aun los coronan con las hojas del árbol a quien no ofende el rayo, como en señal que no han de ser ofendidos a nadie, los que con tales coronas veen [sic] honradas y adornadas sus sienes».

El novelista francés Julio Verne, en Familia sin nombre, escribió: «El pobre proscrito quedó solo en el mundo, sin padre, sin madre, sin familia, llena el alma de virtudes heroicas, y en la frente el estigma de una infamia que no cometiera, en vez del laurel de inmarcescible gloria».

El poeta y novelista barroco Calderón de la Barca, en Amar después de la muerte, glosó:

«Abenhumeya valiente,
a cuya altivez bizarra,
no el roble del Alpujarra
dé corona solamente,
sino el sagrado laurel,
árbol ingrato del sol,
cuando llore el español
su cautiverio cruel».

El poeta y escritor madrileño Francisco de Quevedo, en su Canción fúnebre, lo tomó en este caso como ejemplo de soberbia:

«En un hermoso prado
verde Laurel reinaba florecido,
de pájaros poblado,
que, cantando, robaban el sentido
al Argos del cuidado…».

Y como ejemplo de belleza, en estos versos del escritor murciano José Selgas:

«Naciendo la mañana, alzábase pomposo
Con noble gentileza magnífico laurel;
Y dicen que la aurora, al verlo tan hermoso
Suspiró de contento, y enamoróse de él».

Además, es una planta muy usada en jardinería por su valor ornamental, que da contraste de verdor, aguanta muy bien la poda, es balsámica y proyecta una densa sombra. En este sentido, el escritor y científico alemán Rudolf Erich Raspe, en Las aventuras del barón Münchhausen, escribió esta ocurrencia: «Convencido, por consiguiente, que las dos mitades de mi caballo estaban vivas, mandé aviso a nuestro veterinario, que sin perder tiempo la unió exactamente con tallos de laurel que había en el paraje, y la herida se curó felizmente. Sucedió luego lo que no podía menos de suceder tratándose de un animal tan superior: los tallos de laurel echaron raíces en su cuerpo, brotaron y echaron a mi alrededor una enramada a cuya sombra hube de dar feliz remate a más de una acción gloriosa».

El laurel aparece en los catálogos de especies protegidas o amenazadas de las comunidades de Andalucía y Valencia.

Laurus es el nombre que daban los romanos a esta planta y a sus hojas; nobilis quiere decir ‘noble’, aludiendo a las coronas de laureles que lucían los triunfadores.