Madroño (cast.); arboç (cat.); gurbitza (eusk.); albedro, érbedo (gall.); madronheiro, ervedeiro (port.); Strawberry tree (ing.).
La madera es densa, muy dura, de excelente calidad como leña y muy apropiada para hacer carbón vegetal. Sirve para tallar pequeñas piezas como cuencos y cubiertos; sin embargo no se usa mucho para tornear si no está bien seca porque tiende a retorcerse.
Las hojas y la corteza se han empleado como curtientes por su alto contenido en taninos; su raíz, para teñir de rojo, y en medicina para combatir diarreas (astringentes), favorecer el tránsito de la orina (diuréticas) y limpiar (desinfectantes) las vías urinarias.
Además, a pesar de que crece lentamente, es una planta muy interesante desde el punto de vista ornamental por la policromía de sus hojas, flores y frutos. Asimismo se usa mucho como complemento para restaurar los ecosistemas mediterráneos degradados y en los ramos de flor cortada por el verde lustroso de sus hojas. También se llaman madroños a las borlas ornamentales de los vestidos que se asemejan al fruto.
Pero el uso más conocido del madroño se debe a sus frutos, que se pueden comer solos o bien elaborar con ellos compotas, vinagres y aguardientes, muy apreciados en Portugal, Extremadura, Asturias y Madrid. Recordemos que en el escudo de esta última ciudad figura el madroño junto a un oso, símbolo que tiene un origen discutido. Para algunos se originó por un conflicto que tuvo la villa entre el cabildo, dueño de los pastos, y el concejo, que gestionaba el arbolado. Se tomó la decisión salomónica de que figuraran ambos en el escudo, de tal manera que apareciese el oso con las patas delanteras apoyadas en el madroño y con las traseras en una pradera. Sin embargo, ya en 1222, el oso rampante fue asumido en el escudo por los estamentos militares y civiles, mientras que se disponía paciendo en los religiosos. Para otros, la aparición del oso se originó por la abundancia que tuvo en épocas pasadas, cuando se capturaban para espectáculos callejeros o como mascotas.
En la literatura es una planta a la que se alude en ocasiones y motivo de bellas descripciones y poemas. Antonio Machado, en Elogios, o Juan Ramón Jiménez, en sus Pastorales, lo mencionan.
El poeta madrileño Juan Hurtado de Mendoza escribió en el siglo XVI un soneto en el que aparece:
«Yo a vueftro bel madroño coronado
y fiera en fiete eftrellas figurada
miro con atención aficionada
en orla azul, y campo plateado…».
También alude al madroño el escritor y poeta Lope de Vega en su comedia El cuerdo en casa:
«De donde el carbón sacaba
que con tomizas en seras
y con ramos de madroños…».
El madroño aparece en los catálogos de flora amenazada o protegida de las comunidades de Castilla-La Mancha, Madrid, Murcia y Valencia, mientras que en Andalucía figura como una especie regulada para su explotación en los terrenos forestales privados.
Arbutus es el nombre que los romanos daban al madroño y a sus frutos; unedo procede de edo, que significa comer, y unus o uno, es decir, ‘comer sólo uno’, aludiendo a la propiedad de emborracharse con sus frutos si se abusa de ellos, ya que al madurar fermentan y contienen cierta cantidad de alcohol.