Boj, boje, buje (cast.); boix (cat.); ezpel, ezpela, amaxatun (eusk.); buxo, boxe, mirta (gall.); buxo (port.); box, boxwood (ing.).
Su uso más conocido, por admitir muy bien la poda y ser de hoja perenne, es como planta ornamental —ya usada por los romanos—. Es habitual encontrarla en setos vivos en márgenes y linderos o en jardines formando figuras decorativas (poda topiaria). También se emplea como acompañante de flor cortada en ramos y para otros ornamentos realizados con plantas. Existen numerosas variedades de jardinería con las hojas más pequeñas o variegadas (matizadas con colores o tonos diversos) para estos usos.
Además su madera es muy valorada. El botánico Salvador Mesa la define como «una especie de marfil vegetal», por su color amarillo pálido. Es dura, densa, fina, homogénea, fácil de tornear, pulir y teñir, y sirve para fabricar pequeños objetos como cubiertos, mangos, botones, fichas e instrumentos musicales de viento como flautas, clarinetes y algunas piezas para las gaitas. Dicen que los mejores bolillos para hacer encajes están hechos de madera de boj. Antiguamente con su madera se confeccionaban las mejores planchas para los grabadores de las imprentas, y los pastores de las sierras orientales peninsulares la valoraban mucho para elaborar los badajos de los cencerros.
En medicina las hojas, la corteza de los tallos y las raíces se usan para bajar la fiebre (antipirético), quitar el estreñimiento (purgante) o frenar la caída del cabello (antialopécico). Y en la alimentación se usa como sustituto del lúpulo para aromatizar la cerveza. No obstante, es una planta bastante tóxica en todas sus partes y su ingestión puede provocar serias intoxicaciones e incluso la muerte. La planta contiene ácido nítrico y en algunos puntos del sur de Francia se abonan las viñas con sus hojas.
En la literatura hay numerosas referencias. Francisco de Quevedo lo menciona en Sueños y discursos: «Y doy fe que en todo el infierno no hay árbol ninguno chico ni grande, y que mintió Virgilio en decir que había mirtos en lugar de los amantes, porque yo no vi selva ninguna, sino sólo en el cuartel que digo de los zapateros; estaba todo lleno de bojes, y como hay tantos zapateros, hay tantos bojes que no se gasta otra madera en los edificios». Julio Verne habla del boj en su novela Keraban, el testarudo: «A las once de la mañana llegaron a Witse, situada en el antiguo Pixites, cuyo nombre griego Box está suficientemente justificado por la abundancia de aquel vegetal en sus alrededores. […] Afuera había una hilera de bojes, resguardados bajo techados, donde los caballos encontraban alimento y cama en cantidad suficiente». El diplomático y escritor cordobés Juan Valera, en su novela La cordobesa, describe lo siguiente: «Allí claveles, rosas, miramelindos, marimoñas, albahaca, boj, evónimo, brusco, laureola y mucho dompedro fragante». También el escritor y periodista Víctor de la Serna, en Nuevo viaje de España. La ruta de los foramontanos, nos cuenta: «Cerca, en los valles altos de los Tornos, crece espontáneamente el boj en verdaderos bosques y la gente del país hace con esta planta inimitable los más bellos setos con los que pudiera soñar don Javier Winthuysen [pintor y jardinero paisajista sevillano de los siglos XIX y XX] en una noche de delirio». O el Premio Nobel de Literatura Herman Hesse, en su cuento Una sucesión de sueños, escribe: «Y me hallé arriba, junto al portal, y los peldaños volvían a ser pequeños, bonitos y adornados con boj».
Flora iberica incluye el boj balear (Buxus balearica Lam.), de aspecto muy similar, aunque de hojas algo mayores y que no pasa del porte de un arbusto ramoso. En España se cría en el sur de la Península Ibérica: Almería, Granada, Málaga y Murcia, y en Baleares en Mallorca. Además, es natural también del norte de África, Cerdeña y sur de Turquía.
El boj aparece en los catálogos de flora amenazada, protegida o de aprovechamiento regulado de las comunidades de Andalucía, Murcia, País Vasco y Valencia. En Francia, Bélgica y los Países Bajos hay varios bojes catalogados como árboles singulares. En España tienen portes más masivos en Pirineos y hay varios ejemplares espectaculares en el Señorío de Bértiz, en Navarra. En el Pazo de Mariñán, Betanzos (A Coruña), hay otro boj singular.
El nombre genérico Buxus procede del griego puxos, que significa caja o cubilete, por la forma de su fruto y el uso que se le daba a su madera. El epíteto específico sempervirens quiere decir ‘siempre verde’, al ser de hojas persistentes. En el caso del boj balear, el epíteto específico balearica alude a una de sus principales zonas de origen, si bien su área de distribución es más amplia.