Tejo (cast.); teix (cat.); hagina (eusk.); teixo (gall.); teixo (port.); yew, English yew, European yew (ing.).
«Hileras de antiquísimos tejos, podados formando raros dibujos, lo ceñían todo alrededor. […] He dicho ya que el jardín se hallaba todo él rodeado de un adorno de tejos».
‘El Valle del Terror. La tragedia de Birlstone’, Arthur Conan DoyleLa madera de tejo es rojiza al corte y de gran calidad por su densidad y resistencia a la podredumbre, por lo que carpinteros y ebanistas la valoran mucho para tallar pequeñas piezas y mangos de herramientas. Pero sobre todo era apreciada en la Antigüedad por su dureza y flexibilidad para la confección de arcos y flechas, al punto de que los arqueros ingleses, que tenían fama de ser los mejores en su oficio, diezmaron las poblaciones de tejos en las Islas Británicas. No obstante, este uso es ancestral. Ötzi, el ‘hombre de hielo’ que fue asesinado hace 5300 años y se encontró en el glaciar de los Alpes de Ötzal, viajaba con una larga vara de tejo, que era un arco sin terminar al que aún le faltaban las muescas y la cuerda. Dice un refrán: «Arco de tejo y cureña de serbal, cuando disparan hecho han el mal». Y otro que versa: «Arco de tejo, recio de armar y flojo de dejo». En este caso se refiere a la dureza de la madera del tejo, que sin embargo se rompe con facilidad (la palabra ‘dejo’ significa aquí duración).
Toda la planta es muy venenosa, a excepción del arilo carnoso del falso fruto, que se puede comer. Es dulce y de consistencia gelatinosa, pero hay que tener cuidado de no tragarse la semilla. Su toxicidad se debe a un alcaloide llamado taxina, que es la base del taxol, usado en medicina para combatir las afecciones cardiacas y el cáncer. Tal es la potencia del veneno que durante la dominación romana los guerreros enemigos se suicidaban envenenándose antes de ser apresados.
A pesar de su escasez, afortunadamente se emplea mucho como ornamental y en repoblaciones, con numerosas variedades de jardinería.
Además de la cita inicial, aquí reproducimos otros apuntes literarios donde se menciona el tejo. En El perro de los Baskerville, el escritor escocés Arthur Conan Doyle relata: «El día había sido lluvioso y fue fácil seguir las huellas de sir Charles por el Sendero de los Tejos. […] —¿Cómo es el sendero? —Hay dos hileras de tejos viejos que forman un seto impenetrable de doce pies de altura. […] Los Stapleton llegaron más tarde, y el bueno del doctor nos llevó a todos, a petición de sir Henry, hasta el Sendero de los Tejos, para mostrarnos exactamente cómo tuvo lugar la tragedia aquella noche aciaga. El Sendero de los Tejos es un paseo largo y sombrío, flanqueado por dos latas paredes de seto recortado y con una estrecha franja de hierba a cada lado».
El escritor y periodista Víctor de la Serna, en su libro Nuevo viaje de España. La ruta de los foramontanos, escribió: «Y hasta el tejo (el viejo y casi desaparecido monarca de la floresta cantábrica). […] Pues la viña esa señala, además, la presencia simbólica y anunciadora de la bodas de un tejo (árbol del Norte) y de un olivo (árbol del Sur), ambos gigantescos, por encima del dije de piedra tostada que es la basílica mozárabe de Santa María de Lebeña».
Y por último, una reflexión que hace el poeta romántico inglés William Wordsworth sobre estos árboles:«Hay un tejo orgullo del valle Lorton, que aún hoy, en medio de su tiniebla, se yergue igual que en los viejos tiempos […] ¡Ser viviente, creció tan lento que morir no puede! Pero aún más notables son los cuatro hermanos de Borrowdale, en amplia y solemne arboleda unidos: ¡enormes troncos! Y cada uno un muro de entrelazadas fibras serpentinas desde antiguo trenzadas, ascendentes».
El tejo está protegido en todo el territorio por las legislaciones andorrana, española y portuguesa. Además, en España aparece en los catálogos de flora amenazada o protegida de numerosas comunidades autónomas.
Taxus es el nombre que los romanos daban a los tejos y a las flechas que hacían con su madera; baccata alude al arilo carnoso que envuelve la semilla y que en conjunto semeja a una baya.