Coscoja, chaparro, maraña (cast.); garric (cat.); abaritza (eusk.); carrasco, carrasqueira (gall.); carrasco, carrasqueiro (port.); Kermes oak (ing.).
La corteza y la raíz contienen muchos taninos, por lo que se han usado para curtir las pieles, siendo incluso más valoradas que las de la encina. También servían para obtener un colorante negruzco que se usaba en la antigua Grecia para teñir el cabello. Las bellotas son muy amargas y tienen propiedades astringentes. Su madera proporciona un excelente carbón y tiene un gran poder calorífico pero, debido a su pequeño porte, su aprovechamiento es muy escaso. Las hojas en infusión se usan contra la enuresis nocturna de los niños, es decir, cuando no controlan la retención de orina.
La chinche de la que se hacía mención en el apunte inicial es el insecto Kermococcus vermilio (también conocido como Kermes vermilio, Kermes ilicis o Coccus ilicis). El tinte se extraía de la hembra de este parásito, que atacaba a algunas especies del género Quercus, sobre todo a las coscojas. Se acidificaban con vinagre y se secaban al sol, produciendo el colorante carmesí con el que los romanos teñían las capas de los cónsules, senadores y comandantes militares, y las togas que usaba el vencedor mientras celebraba su triunfo. De ahí viene el nombre de toga picta o toga triumphalis, que era púrpura con bordados de oro. Según el historiador y cronista Plinio el Viejo, los hispanos pobres pagaban parte de sus tributos a Roma con el grano tintóreo llamado cusculium, que no era otra cosa que las cochinillas que proporcionaban el colorante.
Cuenta Emilio Blanco que en los Montes de Toledo se apreciaban las ramas de coscoja extraídas con parte de la nudosa raíz para confeccionar las llamadas ‘garrotas lebreras’, que se lanzaban con fuerza para golpear y cazar las liebres en estas tierras. También Miguel Delibes menciona el uso de esta técnica de caza en Las ratas, sin especificar la madera de la que están hechas. No obstante, en el entorno castellano donde se desarrolla la novela hay coscojas: «El abuelo se aproximaba a ella de costadillo, sin mirarla apenas, y cuando se halló a tres metros le lanzó violentamente la cayada describiendo molinetes en el aire. La liebre recibió el golpe sobre el lomo, sin moverse, y súbitamente se abrió como una flor y durante unos segundos se estremeció convulsivamente en el surco». Curiosamente, en el África oriental los guerreros masai realizan una práctica semejante con madera de otras especies, pues confeccionan un instrumento arrojadizo denominado, en swahili, rungu.
El catedrático de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, Pedro Guerrero Ruiz, escribió en Variante de tres: «… y distingue el alcornoque de la coscoja no sólo por las hojas sino en el fruto y en la sombra». Otro apunte sobre la coscoja se extrae del poema Otra vez, escrito por el ensayista Ángel Crespo:
«¿He de creer pues, que la jara,
la retama, el chaparro,
no hayan crecido aquí desde aquel día
en que mi corazón se fue, crecieron
jaramagos en él, ahulagas, matas
punzantes de coscoja?...».
La coscoja es una planta de aprovechamiento regulado en la Comunidad de Murcia y aparece en el catálogo vasco de especies amenazadas.
Quercus era el nombre romano de los robles en general y de su madera, y por extensión de todos los árboles que producen bellota. El origen del vocablo es celta y significa ‘árbol hermoso’. La palabra carmesí, color generado por las cochinillas, deriva del árabe, y a su vez del nombre de la propia cochinilla de la coscoja (coccum). Así, el epíteto específico coccifera quiere decir ‘portadora de cochinillas’.