Olmo, olmo común, negrillo, álamo negro (cast.); om, olm (cat.); humar hostotxikia (eusk.); ulmeiro (gall.); ulmeiro, negrilho (port.); Field elm (ing.).
«Rescoldo tiene obispado […], pero la gala, el orgullo del pueblo, es el paseo de los negrillos, bosque secular, rodeado de prados y jardines al que el Municipio cuida con relativo esmero».
‘El entierro de la sardina’, Leopoldo Alas, ‘Clarín’Su madera es dura, resistente, buena para trabajar y aguanta bien la humedad; es excelente para piezas que han de estar sumergidas o soportar golpes y rozamientos.
El olmo común ya se empleó en la antigua Roma como soporte de las vides.
Las fibras de su corteza se usaron para hacer cuerdas y sus hojas como alimento para el ganado.
Ya conocemos el dicho popular castellano «No pidas peras al olmo», pero lo que pocos saben es que sus frutos verdes se emplean en ensaladas, lo que contrasta con la versión vasca que dice «Zunharrari ez eska gari» (no pidas trigo al olmo) y con este otro dicho «Zunharrak eder du adarra, bana fruturik eztekarra» (el olmo tiene hermoso ramaje, pero sin fruto). Por cierto, también hay una curiosa versión gallega en refrán que dice: «Cando os olmos dean peras e os toxos boten uvas, han de ter boas homes de barbas rubias» (Cuando los olmos den peras y los tojos echen uvas, han de tener buenas acciones los hombres de barbas rubias).
Durante la invasión francesa en España fue muy plantado como árbol viario y ornamental; aún hoy quedan ejemplares centenarios de aquella época.
Es uno de los árboles al que más se alude en la literatura y poesía occidental, como vemos en la cita inicial de ‘Clarín’. Otros ejemplos son los de los poetas y escritores Gustavo Adolfo Becquer en sus Rimas; Miguel de Cervantes en El Quijote;Lope de Vega o Garcilaso de la Vega en sus poesías; Hermann Hesse en sus cuentos; Arthur Conan Doyle, Julio Verne, Washington Irving o François Rabelais en sus novelas; e incluso Leonardo da Vinci en sus aforismos. Aunque la referencia más conocida para nosotros sea el poema A un olmo seco, del poeta sevillano Antonio Machado:
«Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento».
La grafiosis es una enfermedad producida por un hongo del género Ophiostoma y transmitida por escarabajos de la familia de los escolítidos. En la fase adulta los escarabajos horadan la madera para depositar los huevos y dejan las esporas que llevan pegadas en su cuerpo. Éstas germinan, el hongo crece y colapsa los canales conductores de la savia, lo que produce la muerte del árbol. Por desgracia, diversas cepas virulentas del hongo han destruido las poblaciones de olmos comunes, por lo que quedan pocas poblaciones y ejemplares libres de la plaga. Ha sido tan grande la devastación producida que incluso el científico y escritor estadounidense Isaac Asimov la menciona en su libro Las amenazas de nuestro mundo. No obstante, hay variedades genéticas de olmos que parecen ser resistentes a la enfermedad y, por otro lado, se han plantado masivamente otras especies como el olmo siberiano (Ulmus pumila L.) que no se ven afectadas.
El olmo común está incluido en los catálogos de flora protegida y amenazada de la Región de Murcia.
Ulmus es el nombre latino de los olmos y su madera. El epíteto específico minor alude curiosamente a su porte, acaso por los renuevos que brotan, a pesar de ser un árbol que llega a ser corpulento.